jueves, 19 de septiembre de 2013

Digresiones


En primer lugar, dejame terminar. Cuando puedo darle forma a eso que estoy pensando, la situación se vuelve un poquito más llevadera, viste. Tengo un montón de cosas para decir, después de todo y antes que nada. Pero tengo que ordenarme, sino esto es puro palabrerío y luego ni me acuerdo para qué te pedí que habláramos. Claro que vos también podés decir algo si tenés ganas, pero sabemos que al final termino hablando sola, en definitiva es un poco así. No quisiera hacer un monólogo, esperá un poquito. Quiero muchas cosas; por ahí es ése el titular que le podríamos poner. Podemos ver en qué deviene la charla para saber cuál sería el título de todo esto, si te parece.
En segundo lugar, siempre decís que no me entendés, por eso pensé lo de titular. Pero yo sé que soy clara cuando hablo a pesar de que me voy por las ramas. Aunque más que por las ramas podría irme por las cañerías o por la ruta derecho o por la tangente, que no me acuerdo bien que era pero sí que era algo de matemática, o geometría, y nunca entendí bien para que me iba a servir eso en la vida si no estaba en mis planes descubrir fenómenos físicos o inventar cosas. Seguro si hubiese elegido esto último serían cosas que sirvan para la humanidad. Cosas altruistas y simpáticas. Ah, sí, porque si hay algo que soy, es simpática, claro que sí.
Eso me lleva al tercer lugar, que corresponde al dedo medio. Cuando me conociste dijiste pero qué simpática que sos, así a secas. Y a pesar de esa aridez tuya, de esa cara de sota que debajo del vestuario no lleva nada puesto, desde ese día yo no pude pegar un ojo. Y es graciosa la frase si la pienso en sentido literal, porque realmente veo un pincel con pegamento que bordea la línea del ojo donde salen las pestañas y luego los dos párpados adherirse, sellarse, cuando a mí me pasa exactamente todo lo contrario a eso. Porque te imagino y los ojos se me abren más todavía. No sólo los párpados siento, sino todo el iris ajustándose, siento la pupila y la retina actuando como locos, la córnea y el músculo ocular casi sudando de tanto trabajo. Como esas factorías de los dibujitos animados que de repente activan todo su engranaje cuando reciben combustible.
Por eso en cuarto lugar, ratifico, reitero y remarco que claro que soy simpática, pero también soy de fruncir el ceño y mirar de costado levantando mi ceja derecha. Si acostumbrara usarlo, completaría la foto con un escarbadientes en la boca y caminaría muy lento, desafiando al sheriff y toda la paparruchada cowboy. Lo que sí quiero aclarar es que no usaría un caballo para atravesar los desiertos o montañas; tendría que elegir otro animal porque les tengo un poco de miedo, así que ahí tengo un tema a resolver, lo admito. El asunto del galope me interesa de todas maneras.
Así llego al último y quinto lugar, por esto de atravesar los paisajes. Si pensamos el verbo en sentido literal otra vez, cuántas acciones abarcamos con ese concepto; es un juego gramático fabuloso. Mezclar, traspasar, impregnar: a cuál más provocador. La acción que mencioné hoy, la que se hace cuando te subís a un caballo, por ejemplo, podríamos practicarla, para ver cómo sería. De hecho tengo una bonita melena. Podemos jugar a crear animales mitológicos y de paso innovar un poquito. Vos tenés algo de centauro, si me dejás puedo probar y quizá hasta cambio de parecer con esos bichos. Empecemos ahora, mejor. Por ahí es momento de parar con la cháchara y chocar, chorrear, chapotear y chisporrotearnos en chantillí mientras nos chantajeamos sin chaleco ni chiripá.


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